Mientras goteaban los segundos en el péndulo,
de un v iejo reloj que cumplía cadena eterna en la pared.
Af uera;
danzaban las gotas de lluv ia;
resbalándose por el cristal de la v entana.
Amanecía;
ray aba el alba el azul primero;
de un cielo algodonado.
Nada se escuchaba...
parecía como si las av es ,el v iento y los árboles;
se hubieran todos quedado dormidos.
Madrugada quieta.
Un v iejo libro se cerraba;
de paginas y a amarillentas;
donde sembré por ultima v ez la f irma.
Jure jamas escribir de ti;
quizás por eso
el día, las av es, los árboles y el v iento,
se quedaron quietos;
y el v iejo reloj se desangro
marcando para ti,
un minuto de silencio.
Por Lius O. Diaz
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